Melo, Maso, Tano, Soldevila, Sorribes, Pomar…la historia del Club de Fútbol Gandia está trufada de futbolistas especiales que destacaron por su entrega y por su longevidad defendiendo la camiseta blanquiazul.
Pero de entre todos ellos queremos destacar la figura de un futbolista que rozó la proeza de un ascenso histórico, pero que vivió también el infierno deportivo de un club en descomposición. Que formó parte de la plantilla que estuvo apunto de ascender a Segunda A, pero también del equipo que luchó por salir del profundo pozo de la Segunda Regional en que se había instalado.
Nos referimos, por supuesto, a Jesús Naveiro y repasamos también, en esta crónica, los años en que el Club de Fútbol Gandia se hundió estrepitosamente y penumbra se instaló en la Ribera del Serpis.

Naveiro llega al Gandia Juvenil en la temporada 1995-1996 procedente del Beniopa. Esa misma campaña debutará con el primer equipo en Tercera División de la mano de Damián Castaño. Fue una gran temporada, en la que el Gandia consiguió retornar a Segunda B, mientras el juvenil ascendía, por primera vez en la historia, a la División de Honor.

El día 1 de Septiembre de 1996 el Gandia Juvenil debuta en División de Honor, en el Guillermo Olagüe, ante l’ Alcúdia. El resultado será de empate a 1 gol, siendo Naveiro el autor del histórico primer gol gandiense, un hecho que anunciaba el lugar que la historia del CF Gandia iba a tenerle reservado.
Tras su paso por el Gandia B, un buen filial, habitual de la Regional Preferente, da el salto definitivo a la primera plantilla en la temporada 1999-2000, asistiendo como oyente (solo jugaría 1 partido de Liga) a la fenomenal Clase Maestra impartida por el técnico de Tavernes César Ferrando, que llevaría a un equipo modesto a ser campeón de Segunda B y a luchar por el ascenso en el vetusto y ya desaparecido estadio de Lasesarre de Barakaldo, donde el sueño de una tarde de un mes de Junio, en la que el Gandia llegó a estar durante 10 minutos en Segunda A, acabó desvaneciéndose.
La siguiente temporada (2000-2001) Naveiro consigue asentarse en la primera plantilla, participando en 17 partidos. Fue una temporada de luces y sombras; el Gandia se enfrentó en Copa del Rey al FC Barcelona, en el Guillermo Olagüe, en un partido para la historia (Naveiro no dispuso de minutos), pero acabó perdiendo la categoría ante el estupor de una afición que pasó, en solo un año, de ver a su equipo acariciar la Segunda A a hundirse en Tercera División.
El comienzo del nuevo siglo dará inicio, sin duda, a un periodo gris que cimentará las bases del desastre.

En la temporada 2003-2004 el Gandia, lejos de luchar por el ascenso, se jugaba la permanencia en Tercera División, en una penúltima jornada de infarto disputada ante el Eldense en el Guillermo Olagüe, cuyo césped descompuesto habia mutado en inusual campo de tierra.
La victoria era necesaria para amarrar la permanencia. El Gandia dominaba, pero el gol no llegaba, hasta que Naveiro, con un zapatazo lejos de la frontal del área, conseguía un gol espectacular que contribuía, decisivamente, a la victoria final por 2-1 y a la permanencia.
En la temporada 2004-2005, con Juanjo Juárez en el banquillo y un joven y emergente Jorge Molina destacado como gran goleador, el Gandia se proclamó subcampeón de Liga. Naveiro era ya una pieza indiscutible en el centro del campo y ejercía como capitán.
Pero una tarde infortunada y extraña ante el Mar Menor, en la promoción, arrebató cruelmente, a un gran equipo, el ansiado ascenso.
La historia contemporánea del Gandia iba a revelar una máxima ineludible: a una gran temporada seguía otra desastrosa.
Sucedió en la temporada 1999-2000, en la que, al título de campeón de Segunda B siguió el descenso a Tercera. Y la historia iba a volver a repetirse.
Con el mismo entrenador y gran parte de la plantilla, solo un año después, en la campaña 2005-2006, el equipo iba a perder otra categoria, en una tarde de infausto recuerdo en Onda.
Tras 31 temporadas consecutivas en Segunda B y Tercera División, el Gandia retornaba a la Regional Preferente.
El descenso supuso un tremendo mazazo, pero Naveiro, demostrando su compromiso con el club y rechazando ofertas de equipos de Tercera División, sería de los pocos jugadores en permanecer en una nave hundida.
Fueron dos años difíciles en Preferente resueltos con un ascenso agónico en la temporada 2007-2008 en Buñol. En el partido decisivo el Gandia iba perdiendo por 1-0, un resultado que, tras un empate sin goles en casa, en la ida, daba el ascenso al histórico equipo buñolense. El Gandia, dirigido por Toni Seligrat buscaba a la desesperada el gol del empate salvador cuando, en el minuto 72, una jugada de estrategia permitía, tras el saque de banda de Edu Climent, el remate a placer de Jesús Naveiro para anotar el gol del empate y el regreso a Tercera División.

Dos temporadas después, 2009-2010, seguía Seligrat como entrenador y el Gandia regresaba a Segunda B en una noche de ensueño en La Roda.
El Gandia necesitaba el empate para conseguir el ascenso y en el minuto 78 los blanquiazules quemaban su útimo cartucho: Jesús Naveiro cedía su puesto en el campo al legendario delantero Marcos Estruch.
Marcos, que jugaba lesionado, había anunciado ya su retirada del fútbol y lo haría con un final Made in Hollywood. Transcurría el minuto 89 cuando un rechace en el interior del área era aprovechado por éste para establecer el empate que valía el ascenso.
Con el Gandia de nuevo en Segunda B y la satisfacción de dejar al equipo en la categoría en la que comenzó su carrera, Jesus Naveiro, decidía colgar las botas para centrarse en su familia y en su profesión de docente.

La segunda década del Siglo 21 parecía traer, por fin, buenas nuevas para el CF Gandia. La temporada 2011-2012 anunciaba sueños de grandeza: un club completamente profesional y aficionados en «palets» llenando el Guillermo Olagüe…el «nou Villareal», decían.
Pero era el Gandia un Gigante con Pies de Barro lastrado por una deuda inasumible. Los fuegos de artificio resplandecían en el cielo del Guillermo Olagüe camuflando los relámpagos que acechaban en el horizonte.
El embargo de la Seguridad Social mediada la temporada por un conflicto irresuelto con el ex-futbolista Muiño provocó el colapso y el comienzo de la pesadilla.
El Gandia entró en una era marcada por una nefasta regularidad en lo deportivo: el equipo perdía una categoría casi cada temporada.
El penoso proceso de descomposición gandiense alcanzaría su punto culminante en la campaña 2014-2015 con una humillante derrota por 18-0 ( sí, han leído bien, 18-0) en el último partido de liga de Primera Regional, en el campo del San Juan. Y tuvo su continuación en la temporada siguiente, en dicha categoría, con un Gandia que finalizó el campeonato en la última posición con unos números dantescos: siete puntos, 112 goles encajados y una única victoria que ni siquiera fue celebrada, pues fue conseguida en los despachos por una alineación indebida del rival.
En una debacle de proporciones catastróficas, lo lógico, lo coherente, lo sensato, hubiera sido liquidar el club con honores e iniciar un nuevo camino, con un club nuevo que, respetando siempre la simbología y el pasado del CF Gandia, aglutinara al resto de entidades que llevaban el nombre de la ciudad. Pero eso, desgraciadamente, en Gandia no sucedió.
Los personalismos, las disputas internas, las viejas rencillas, incluso la rivalidad política…echaron al traste una fusión que no se llegó a producir.
Se nos dijo entonces a los aficionados del CF Gandia que, dado que el club era un cadáver y en aras de ser pragmáticos, debíamos convertirnos en seguidores de otro club, con otros colores y otro escudo, un club que casi cada temporada cambiaba de nombre. Poco entendían los defensores del «cambio» que el fútbol no es sólo un entretenimiento, ni es sólo un deporte. El fútbol es un contenedor de emociones que aglutina sentimientos que no están en venta.
Los clubes sin pasado, sin bagaje emocional, podrán tener un presente, pero difícilmente tendrán un futuro.
«Gracias por el ofrecimiento, pero no. Mis sentimientos, mis recuerdos de la infancia y de la adolescencia, no están a la venta. El fútbol en Gandia será el Club de Fútbol Gandia… o no será.»
Así fue como el CF Gandia consiguió malvivir en la miseria gracias a un puñado de irreductibles galos defensores de la aldea, encabezados por el infatigable presidente Jesús Sendra, que se resistían a arrojar la toalla y persistían arriando cada temporada una bandera blanquiazul hecha jirones.
Conmovido por la actitud casi suicida de la pequeña directiva y apelando al siempre latente sentimiento blanquiazul y a su calidad humana,
Jesús Naveiro, erigido como símbolo de los que defendíamos una causa que parecía más que perdida, decidía volver, en la temporada 2018-2019, nueve años después de retirarse, a calzarse las botas para ayudar al equipo en Segunda Regional.
El Gandia, con Naveiro, el capitán, en sus filas, volvía a Primera Regional e iniciaba una resurrección que ni los más optimistas hubiéramos imaginado, en la que tuvo un papel fundamental Libero Parri, como nuevo dirigente del club. Junto a Naveiro, ocupando el puesto de entrenador, se encontraba un histórico de los ochenta: el pequeño delantero del Grau, coleccionista de goles en el Gandia, el Olímpic o el Ontinyent: Vicent Martí «Chesa».

En la excelente pelicula El Club de los poetas Muertos, John Keating es un profesor que transmite a sus alumnos el incorformismo ante lo ordinario, invitándoles a ser únicos y extraordinarios.
Despedido injustamente del colegio, sus alumnos emplean como lema la frase «Oh capitán, mi capitán» en señal de reconocimiento y admiración a su profesor.
Rescatando la esencia de la película recordamos la figura de nuestro capitán, quien defendiera nuestros colores durante tantos años y a quien su amor incondicional a los mismos provocara su retorno para ayudar a un club que languidecia en el anonimato de la categoría más baja.
Su nombre, recuerden, es Jesús Naveiro Murgui: «Oh capitán, mi capitán!».

Deja un comentario